Una reseña a «Argonáutica» de Gelindo Casasola es un breve trabajo crítico de Rafael Rattia en torno a este volumen que compendia la obra poética del notable escritor merideño. JCDN.

Con motivo de cumplirse el día de ayer, viernes 17 de agosto de 2018, el trigésimo octavo aniversario del fallecimiento del poeta Gelindo Casasola (Udine, Italia, 1956-Mérida, Venezuela, 1980), publicamos esta reseña de Rafael Rattia al libro póstumo «Argonáutica» (Coedición del Fondo Editorial Piedemonte y Predios, 1998), suma poética bajo la curaduría del poeta Luis Alberto Angulo. Casasola integró los grupos Laurel en Mérida y Talión en Valencia (1977-78). Además fue profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo. Poemas suyos aparecieron en la Antología poética de la Revista Poesía de la UC y en el volumen Rostro y Poesía compilado por el poeta Angulo. Sin más protocolo, he aquí el trabajo de Rattia publicado en el portal Letralia, edición n° 186, 5 de mayo de 2008:

Argonáutica de Gelindo Casasola en su primera edición de 1988
Gelindo Casasola: Argonáutica
Rafael Rattia

Comenzar un viaje poético (vital y artístico, como la vida misma) por el Apocalipsis y no por un cierto génesis es ya, desde el principio, por decir lo menos, desconcertante; pero su poesía es así, honda y maravillosa, fascinante; me refiero a Gelindo Casasola (Udine, Italia, 1956 – Mérida, Venezuela, 1980).

Hace 10 años, un 20 de marzo de 1998, la Fundación Cultural Ítalo-Venezolana Paolo D’Isidoro y Aurelio Pinto, conjuntamente con el Fondo Editorial Predios y el Fondo Editorial Piedemonte, colocaron en manos de los lectores un compendio de poesía cuyo clásico nombre lo dice todo: Argonáutica. Libro editado post-mortem del inigualable poeta merideño nacido en la península itálica y malogrado por su propia mano, en mala hora, en el filo de los comienzos de la terrible década de los años ochenta de la pasada centuria.

En este bellísimo poemario están reunidos, en un haz de incontrovertible hermosura estética, varios libros, cual si de una “muñeca rusa” se tratara, de uno de los más esclarecidos y evolucionados fundadores del mítico Grupo Literario Laurel, llamado por sus iguales, indistintamente, Gelindo o Calligaro.

El poeta merideño Gelindo Casasola (foto tomada del libro Rostro y Poesía)

Un lector de poesía únicamente puede ser conmovido hasta las lágrimas por una poesía genuina, auténticamente original, y la de Casasola destaca por ser una poesía cuyo rasgo más sobresaliente, distintivo, es su radical originalidad. Ajena a ostentaciones sinonímicas, alejada de fastos pseudometafóricos, distante de ripios léxicos pedantescos; la poesía de Gelindo Casasola exhibe una marcada tendencia al laconismo. Sus versos tienden más hacia la sentencia y el laconismo; lo que advierto con una discreción evidente en sus textos poéticos, y el poeta no hace nada por ocultarlo, son huellas judeocristinas que revelan una impronta religiosa en textos poéticos ciertamente muy contados pero no menos significativos.

La metafísica sensible de esta poesía destaca más por su abundante proliferación de imágenes plásticas que brotan del estro lírico del bardo con asombrosa naturalidad verbal. Los ríos no piden permiso para enviar sus aguas al mar.

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El mar insistente que vuelve, como en Ramos Sucre, “con el ritmo de infatigables olas” en su poesía es una marca temática que suele el lector encontrarla hermanada de la muerte, ese otro invitado inevitable del vivir. La desolación y el desconcierto están umbilicalmente unidas al amor y lo tenebroso gracias a una sui generis dialéctica verbal en la que la contradictio in terminis hace las veces de engranaje de perfectibilidad en la unidad de los contrarios. El lenguaje poético de Casasola revela una rutilante magnificencia expresiva mediante un magicismo lingüístico dicho por intermedio de una nada usual contradictoriedad de las similitudes y, simultáneamente, una similaridad de las contradictoriedades representacionales e imaginarias.

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La poética de Casasola postula un raro e inusual arte del laconismo expresivo. Su poesía le huye a los exornos léxicos inútiles e innecesarios. El poeta nos obsequia a sus lectores para solaz de nuestra memoria sensible enternecedoras imágenes de ciudades que jamás visitó e incluso que nunca existieron fuera de su febril e indómita imaginación; ciudades construidas con la persistencia de melancólicas evocaciones de un poeta brotado de los cimientos insondables de una civilización extinta que no puede ser pensada más que por jirones de reminiscencias.

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